La fugaz Federación Obrera de Igueste de Candelaria (1936)

Como ya hemos señalado en otros trabajos, la proclamación de la II República Española supuso un enorme revulsivo político y sindical en Candelaria, así como en todo el territorio nacional. Por ello, a lo largo de sus cinco años de existencia en Canarias se fueron constituyendo diversas agrupaciones políticas, federaciones obreras y sociedades recreativas, tanto en la cabecera de este municipio y con jurisdicción sobre todo él, como en los importantes pagos de Igueste y Barranco Hondo, con ámbito restringido a los mismos, dado su notable peso demográfico y su característica unión vecinal, centrada en el logro de mejoras y la defensa de su identidad.

Este breve artículo está dedicado a la efímera existencia de la Federación Obrera de Igueste de Candelaria, cuya finalidad era aglutinar a todos los obreros y jornaleros del pueblo, con el fin de reivindicar los derechos de los trabajadores frente a los patronos y solicitar a las autoridades la realización de obras públicas para mitigar el paro obrero. Fue constituida tan solo un mes antes del golpe de estado que inició la Guerra Civil, por lo que prácticamente no tuvo tiempo de iniciar su andadura. Por dicho motivo, su sede fue clausurada y sus bienes incautados por las Milicias de Acción Ciudadana. Además, sus dirigentes sufrieron represión, pues algunos también pertenecían a la Agrupación Socialista local. Su promotor fue el recordado carpintero don Juan Bello Padilla, que también era concejal del Ayuntamiento por el Frente Popular de izquierdas…

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El antiguo Hotel o Casa de huéspedes “La Raya” en Güímar

En el siglo XIX se incrementó el número de visitantes al municipio de Güímar, la mayoría extranjeros atraídos por la naturaleza o la historia de esta parte de la isla, que se alojaban en casas particulares, dada la falta de alojamientos hoteleros. Pero en el último cuarto de esa misma centuria comenzaron a surgir las primeras instalaciones de este tipo, con lo que se cubrió una demanda cada vez mayor, en gran parte por turistas europeos atraídos por la benignidad del clima de este Valle, idóneo para el tratamiento y curación de las enfermedades pulmonares, que tanto daño hacían en esa época. Así se abrieron en Güímar dos instalaciones hoteleras, el Hotel “El Buen Retiro” y “El Sanatorio”, ambos en Chacaica además de una fonda en la “Casa de La Raya”, también conocida por entonces como Hotel “La Raya”. El enclave de las tres instalaciones en lo alto de Güímar contribuyó en gran parte a su atractivo para el visitante.

A partir de la apertura del primero, se desató una gran campaña de difusión de las ventajas que suponía Güímar para zona de descanso, basadas sobre todo en su clima benigno, aire puro y cielo despejado, por lo que era el lugar ideal para quienes buscaban descanso y recuperación; incluso se llegó a afirmar que “Güímar posee, quizás, el mejor clima de toda la isla, y, por ende, probablemente del Hemisferio Occidental entero”. Se editaron numerosas postales de la localidad y de los distintos hoteles, así como folletos elogiosos en inglés y alemán, que tuvieron gran difusión entre todos los turistas de dichas nacionalidades que se acercaban a las islas. En ellos también se destacaban sus respectivos jardines, que se enriquecieron con notables árboles exóticos, tanto ornamentales como frutales, transformándose en los más bellos de la localidad. Asimismo, entre los recreos, aparte de los más variados juegos, entre los que se podía practicar el billar, se programaban excursiones, tanto en montura como a pie, por los diversos lugares de interés del Valle: Barrancos de Badajoz, El Río y Añavingo; La Ladera; la Montaña Grande y el Malpaís de Güímar; El Puertito; Arafo y Candelaria; el pinar; etc.; dichos parajes se veían constantemente frecuentados por los turistas, quienes además podían visitar en Güímar sus principales bienes patrimoniales, entre ellos las iglesias de San Pedro y Santo Domingo, las capillas, los molinos de agua, los lavaderos, etc., además de participar en la sana alegría de las Fiestas de San Pedro, El Socorro o San Juan.

En este trabajo nos vamos a centrar en la “Casa de La Raya”, antigua casa señorial cuyo origen se cree que se remonta al siglo XVI y que, tras ser habitada por destacadas familias, fue transformada en un hotel o pensión en el siglo XIX y luego en una casa de huéspedes, en la segunda década del XX. Luego se cerró y entró en ruina, hasta que en 1999 fue rehabilitada para dedicarla de nuevo al turismo rural.

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Los desaparecidos cines de la villa de Arafo

En este trabajo queremos recordar los distintos cines que tuvo la villa de Arafo durante casi seis décadas de su historia. El primero fue el “Teatro-Cine de Arafo”, que vivió varias etapas, siempre en el salón del antiguo empaquetado y almacén de don Eufemiano Ferrera, luego de don Luis Marrero Romero, en la actual calle Juan Luis Coello Rodríguez: la primera, como cine mudo, desde 1921 hasta 1933, siendo sus empresarios don José Ferrer García y don Antonio Torres Campos; la segunda, ya como cine sonoro, de 1934 a 1935, con el nombre de “Cine Teide” y cuyo empresario era el Sr. Montalbán; la tercera de 1936 a 1939 como “Monumental Cinema”, siendo su empresario don Luis Morales Ruiz; y la cuarta, desde 1941 hasta 1966 como “Cine de Pérez”, regentado por don Nicolás Pérez Cáceres. Además, durante un corto período existió otra sala cinematográfica en la calle Nueva (actual calle José Pestano Núñez), en un salón de don José Fariña Batista (conocido como “Salón de los Curbelo”), que es recordado como “Cine de Pepillo” y cuyo empresario era el también carpintero don José Fariña Gil, quien solo lo mantuvo en dicho lugar de 1941 a 1942. Luego, este mismo empresario lo trasladó a otro salón de El Pino, en la actual calle Belisario García Siliuto, propiedad de don Luis Marrero Romero, donde se mantuvo desde 1942 hasta 1955, aproximadamente, siendo conocido como “Cinema Fariña” o “Cine del Moro”, a pesar de que su nombre oficial era “Cine Capitol”. Finalmente, hacia 1966 don Nicolás Pérez Cáceres pasó el popular “Cine de Pérez” a un nuevo edificio construido exprofeso para esa actividad, en la misma calle donde estaba el antiguo “Teatro-Cine” y a continuación de éste, que luego fue vendido a don Manuel Pérez Pacheco y, finalmente a don Erardo García Flores. Con este último concluyó la actividad cinematográfica en Arafo, hacia 1978.

Prácticamente en todos esos cines, la proyección de películas se simultaneó con la celebración de espectáculos teatrales y de variedades, en su mayoría benéficos. Además, en el primero también tenemos constancia de que se impartieron conferencias y se celebraron mítines políticos, juntas generales de empresas y comunidades de aguas y actuaciones circenses; pero solo se ha documentado la celebración de dos bailes, pues la existencia de dos casinos en esta localidad ya cubría de sobra esa actividad…

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La Sociedad de recreo e instrucción “Amigos del Arte” de Guía de Isora (1920-1922)

Ya en una ocasión anterior dimos a conocer que el municipio de Guía de Isora ha contado con varios casinos o sociedades culturales y recreativas, siendo la primera el “Casino Principal”, fundado en el último tercio del siglo XIX y refundado en 1926, en esta segunda etapa con el nombre de “Casino de Guía” y un marcado carácter republicano y progresista, circunstancia que provocó su clausura en 1936, al inicio de la Guerra Civil. A lo largo del siglo XX, se crearon otras seis nuevas sociedades de instrucción y recreo: el “Centro Isorano”, de línea conservadora, que ya existía en 1908 y fue disuelto hacia 1944; la Sociedad “Unión Republicana”, fundada en 1918; la Sociedad “Amigos del Arte” (1920-1922); la Sociedad “Centro El Porvenir” de Chío (1928-1932); la “Juventud Católica” de Guía de Isora, fundada en 1933; y el nuevo “Casino de Guía de Isora”, que comenzó su andadura en 1961. A ellos se podría sumar una Sociedad “XXV de Diciembre”, de existencia dudosa, que figura en la prensa de 1928.

En este artículo nos vamos a ocupar de la Sociedad de recreo e instrucción “Amigos del Arte” de Guía de Isora, fundada en mayo de 1920 y en cuya junta directiva figuraban destacadas personalidades locales, así como varios funcionarios relevantes domiciliados en dicha localidad. Fue elegido presidente don Nazario García Cruz, practicante en Medicina y Cirugía y prestigioso orador. Organizaba sobre todo veladas teatrales, musicales y literarias, la mayoría de carácter benéfico, que se celebraban en el salón-teatro de dicha localidad. Se la menciona en la prensa desde su fundación hasta septiembre de 1921, aunque en febrero y marzo de 1922 se celebraron dos festivales en los que participaron varios de sus directivos, por lo que probablemente fueron organizados por esta sociedad, pero no se especifica…

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Los primeros casinos de Vilaflor de Chasna (1925-1936) y los bailes en casas particulares

El pueblo de Vilaflor de Chasna siempre fue muy aficionado a los bailes, que desde finales del siglo XIX hasta la II República Española se celebraban sobre todo en casas particulares que contaban con salones espaciosos adecuados para ello, sobre todo con motivo de las principales festividades, entre las que destacaron las de don Camilo Hernández y don Fernando Pérez, en las que luego se instalarían sendos casinos. Posteriormente, comenzaron a surgir los casinos. Así, según recogió el investigador chasnero don Nelson Díaz Frías, los vecinos del barrio de arriba contaban con un Casino, que primeramente estuvo instalado en un inmueble de la calle Dolores, propiedad de don Camilo Hernández Fumero; posteriormente se ubicó en un viejo inmueble de la Plaza de la Iglesia, que pertenecía a doña Manuela Hernández Oliva. Por su parte, los vecinos que vivían en la parte baja del pueblo de Vilaflor acudían al Casino instalado en la calle del Dr. Rodríguez López o del Convento, en una casa propiedad de don Fernando Pérez “Santamaría”.

Tras rastrear la prensa tinerfeña de la época, tenemos constancia de que a lo largo del siglo XX el pueblo de Vilaflor ha contado con varias sociedades de recreo y cultura, de las que por lo menos conocemos las cinco siguientes: el “Casino Vilaflorense” (1925-1928), el Casino “La Unión” (1934), el Casino “Nivaria” (1935), la “Unión Vilaflorense” (1947-1964) y la Sociedad Recreativa y Cultural “XXV de Abril” (desde los años ochenta hasta el presente). En este artículo solo nos vamos a centrar en los tres primeros casinos, además de dedicar un apartado a los bailes en las casas particulares…

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El Cine de El Escobonal (Güímar), principal local de esparcimiento de Agache durante medio siglo (1950-2003)

En un artículo anterior sobre el “Club Juventud” ya nos ocupamos del primer cine mudo de El Escobonal, instalado en el salón de don Graciliano Díaz. En el presente artículo nos vamos a centrar en el posterior “Cine Escobonal”, una instalación emblemática que tuvo una gran importancia para el esparcimiento del pueblo, pues fue el único local recreativo de El Escobonal durante muchas décadas, tras la desaparición de los casinos. Con un proyecto elaborado en 1944 por el arquitecto don Tomás Machado Méndez, su construcción se comenzó a tramitar en ese mismo año, aunque la licencia municipal se le concedió en 1946 y abrió sus puertas hacia 1950. Combinó las proyecciones cinematográficas con los bailes, que llegaron a gozar de notable popularidad. Aunque los propietarios eran don Arsenio Pérez Díaz y su esposa doña María Díaz Díaz, su primer empresario fue su yerno don Antonio Reyes Marrero, quien también actuaba como operador, al que siguió don José Pérez Díaz “Cheo”, hijo de los propietarios. Continuó con ambas actividades hasta 1986, en que murió su último propietario, continuando luego con otros usos hasta 2003, en que fue demolido tras su adquisición por el Ayuntamiento.

Aunque la calidad de las películas proyectadas nunca fue muy elevada, consiguió captar al público de toda la comarca, pues durante varias décadas fue el único lugar de esparcimiento de este pueblo, cuya vida social y recreativa giró en torno a este edificio, por el que entraba al pueblo la cultura cinematográfica y las relaciones sociales. Sobre todo, alegró la vida de las chicas del pueblo, pues hasta entonces las únicas salidas que podían hacer de sus casas eran para ir a misa o a las fiestas patronales, mientras que ahora podían acudir todas las semanas al cine y con mucha frecuencia a los bailes, eso sí, siempre en compañía de sus madres, hermanos u otros familiares. Los hombres también se beneficiaron con la apertura del cine, aunque siempre lo tenían más fácil, pues podían pasar parte de las tardes y noches de ocio en los bares o tabernas del pueblo, en muchos casos practicando juegos de mesa, o asistían a los frecuentes encuentros de lucha canaria, en los que la asistencia de mujeres era bastante escasa. Lo cierto fue, que tanto en los bailes como en las proyecciones cinematográficas se forjaron muchas parejas en este pueblo…

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La detallada descripción de las Fiestas de la Virgen del Socorro de Güímar en 1888, escrita por el culto sacerdote don Santiago Beyro y Martín

Al culto sacerdote don Santiago Beyro y Martín le debemos una de las descripciones más completas, aunque poco conocida, de las fiestas de Nuestra Señora del Socorro en el siglo XIX, concretamente las celebradas el 7 y 8 de septiembre de 1888. Curiosamente, no la publicó hasta once años después, entre el 15 de abril y el 24 de mayo de 1899, en cinco entregas que vieron la luz en el Diario de Tenerife; y la reprodujo íntegramente entre el 20 de julio y el 24 de agosto del año siguiente, también en cinco partes, en el semanario Siglo XX. Está extraída del libro sobre “Historia y evolución de las Fiestas de Nuestra Señora del Socorro en Güímar”, que tenemos en preparación.

En su interesantísimo trabajo, el Doctor Beyro describe con todo lujo de detalles los principales aspectos de dichas fiestas: los repiques de las campanas en la iglesia de San Pedro y en la ermita de El Socorro; la salida de la Virgen de la iglesia matriz y el entorno de ésta, incluso las plantas que adornaban la plaza y sus olores, así como la masa humana que la espera, su emoción e incluso sus trajes; la danza de las cintas, con los principales aspectos del baile y la vestimenta de los danzarines; la procesión hasta La Asomada, con la banda de música y los numerosos fieles; los ramos de albahaca que llevaban las chicas para adornar la ermita costera; la llegada a ésta, sus olores y el canto de la Salve; el baño de los romeros, su posterior almuerzo y las parrandas; el pozo al que se llevaba el agua para esta fiesta; las promesas de los fieles y las limosnas entregadas al mayordomo; la tradicional luchada en la playa; la emotiva representación de la “Ceremonia” de aparición de la Virgen a los guanches, en el mismo Llano donde se produjo; la procesión de retorno a la ermita, con la banda de música; la suelta de globos aerostáticos y los fuegos artificiales; el regreso a Güímar de los señores más acomodados en sus bestias; la noche pasada en la costa por otros muchos vecinos, en las chozas improvisadas o en los ventorrillos; la función de la mañana del día 8, con sermón; el regreso a Güímar de la mayoría de los romeros, para esperar allí a la Virgen ya vestidos de fiesta; la soledad de Nuestra Señora esa tarde en la costa, solo acompañada por el mayordomo, que por entonces era don Nicasio García Díaz, y un escaso número de amigos y devotos, que le ayudan a recoger la capilla y al traslado de la venerada imagen a la iglesia de San Pedro; la concentración de fieles de todos los barrios del municipio y de Arafo en La Asomada; el alegre recibimiento en dicho lugar; el regreso a la parroquia en procesión abigarrada; el educado juego de “¿Pares o nones?” (primera referencia escrita sobre el mismo); la llegada a la iglesia matriz, entre fuegos artificiales, vítores, alegría y fe religiosa de una densa masa de fieles; la emotiva entrada en el templo; la posterior soledad y el silencio de esa noche en Güímar. Concluye el Dr. Beyro, recordando con nostalgia la playa de El Socorro, la ermita costera y la fiesta que había vivido hacía más de dos lustros, recreando la presencia guanche en dicho término, que había dado lugar a esta celebración.

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La polémica incorporación de la “Ceremonia guanche” a las fiestas de la Virgen del Socorro de Güímar en 1872

Desde mediados del siglo XIX, los vecinos de Güímar querían incorporar a la festividad de El Socorro la representación de la aparición de la Virgen a los guanches, como se venía haciendo en la festividad de Candelaria por lo menos desde mediados del siglo XVIII; para ello, se apoyaban en que la playa de Chimisay era el auténtico lugar de aparición y, por lo tanto, el mejor lugar para que se efectuara la Ceremonia. Pero el informe negativo del párroco de Santa Ana de Candelaria, que al igual que ocurrió con unas polémicas postales alegaba que sólo la Virgen de Candelaria podía tener guanches en su festividad, hizo que el obispo de la Diócesis prohibiese repetidamente dicha representación. Sin embargo, los güimareros siguieron intentándolo hasta que lo consiguieron.

La primera representación de la Ceremonia, a cargo de güimareros ataviados a la usanza guanche, se remonta al año 1872, lo que vino a incrementar la antigua rivalidad entre Güímar y Candelaria por la festividad de la Virgen. Pero a partir de entonces, la “Ceremonia Guanche” se consolidó y se fue convirtiendo en uno de los actos más esperados, si no el que más, de las fiestas anuales en honor a Nuestra Señora de El Socorro. Como es bien sabido, se trata de una escenificación, sin diálogos verbales y solo con mímica, del encuentro por parte de dos pastores guanches de la imagen de la Virgen, antes de la conquista de la isla. Hasta hace medio siglo, en la Ceremonia solo participaba un reducido número de hombres, pero hoy participan en ella unos dos centenares de hombres, mujeres y niños de todas las edades.

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Los dos casinos de El Bueno (Arico) en la II República: “La Unión del Bueno” y “Círculo de Amistad 25 de Julio” (1934-1936)

Gracias al trabajo y tesón del ariquero, que sabe mucho de lucha desesperada, incluso contra las propias condiciones geográficas y climáticas del territorio, se constituyeron en el municipio de Arico varios casinos o sociedades de recreo, que pervivieron hasta el final de la II República en los diferentes núcleos de población: Arico el Nuevo (“Círculo Agrícola”), El Lomo o Villa de Arico (“Atlántida”), Arico el Viejo (“Centro Republicano”) y La Sabinita (“Unión y Libertad”), El Bueno (con dos casinos) y El Río de Arico (con otros dos). Teniendo en cuenta que su finalidad era desconectar a los vecinos de las duras faenas agrícolas y ganaderas, en estas sociedades se celebraban sobre todo bailes, pero se abrían para que sus socios pasasen el rato con los juegos de mesa y con la lectura de periódicos, revistas o libros, por lo que solían contar con una modesta biblioteca; además, es muy probable que en ellos se llevasen a cabo otros actos culturales, como obras de teatro o recitales de música y poesía, como ocurrió con la mayoría de las sociedades de este tipo en esa época.

En esta ocasión vamos a centrarnos exclusivamente en los dos casinos que existieron en El Bueno desde 1934 hasta 1936, que tuvieron por nombre “La Unión del Bueno” y “Círculo de Amistad 25 de Julio”. Llama la atención esa duplicidad, teniendo en cuenta que se trataba de uno de los núcleos menos poblado y más disperso de todo el municipio, pero se surtían de socios procedentes tanto de dicho pago como de los parajes de Madre del Agua, Chajaña, La Cabezada, La Yesca, La Morra del Pino y Altos de Arico. La explicación habría que buscarla en las rivalidades locales, que también motivaría sus respectivas actividades sociales, con el fin de superarse mutuamente.

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La celebración de la “Fiesta del Árbol” en la villa de Adeje (1911, 1915, 1916)

Como ya hemos recogido en cuatro artículos anteriores dedicados a otros tantos municipios del Sur de Tenerife, la primera “Fiesta del Árbol” que se llevó a cabo en el planeta tuvo lugar en Villanueva de la Sierra (Cáceres) en 1805, por iniciativa del cura párroco de dicha localidad y como gesto oportuno para conmemorar el valor de la libertad, tras la destrucción de los montes del norte de Cáceres por las batallas libradas entre las tropas locales y las francesas de Napoleón Bonaparte. En Canarias, la primera “Fiesta del Árbol” se celebró en Las Palmas de Gran Canaria el 29 de abril de 1902, por iniciativa del periodista don Francisco González Díaz, conocido como el “Apóstol del árbol”; fue organizada por la Asociación de la Prensa ante la inacción de las instituciones públicas, de lo que se quejó su impulsor; y el 6 de diciembre de ese mismo año también se celebró en Santa Cruz de Tenerife. El auge que fue adquiriendo esta celebración a lo largo del Estado español determinó la publicación de un Real Decreto el 15 de marzo de 1904, que le daba carácter oficial, y otro del 5 de enero de 1915 que declaraba “obligatoria la celebración anual de una Fiesta del Árbol en cada término municipal”. Pero ello no determinó su efectiva puesta en práctica, pues serían contadas las localidades canarias que cumplieron lo establecido en dicha disposición y la mayoría de ellas solo la celebraron en una ocasión. Entre otros municipios, además de ambas capitales, la organizaron: Teror, Arucas, Santa María de Guía, Gáldar, Moya, Telde, Santa Brígida, Moya; La Laguna, Adeje, La Orotava, Güímar, Icod de los Vinos, Guía de Isora, Tacoronte, La Victoria, La Matanza, Candelaria, Los Realejos, Arico, Fasnia, Arafo; Hermigua, Alajeró, Vallehermoso; San Bartolomé, Arrecife de Lanzarote; Valverde; etc. Con dicha celebración se pretendía concienciar a toda la población sobre la conservación de la naturaleza, a la vez que cumplir un objetivo educativo en las escuelas.

La primera “Fiesta del Árbol” se celebró en la villa de Adeje en 1911, a iniciativa del médico don Manuel Fernández Piñeiro, presidente de la Sociedad “Unión y Cultura”, y luego se repitió por lo menos en 1915 y 1916, pues de la posible celebración en los años intermedios y posteriores de momento no tenemos ninguna constancia documental. A ellas siempre asistían las autoridades locales, encabezadas por el alcalde y el cura párroco, quien bendecía los árboles; ocupaban un lugar relevante los niños de las escuelas, con sus correspondientes maestros, que desfilaban y cantaban el “Himno al Árbol”; se leían poesías y discursos alusivos al motivo de la celebración, siempre uno de ellos por el citado médico; y concluían con un baile en la citada sociedad. Algunos de los árboles plantados en esas fiestas son los laureles de Indias que aún adornan la plaza principal y la calle Grande…

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