Al culto sacerdote don Santiago Beyro y Martín le debemos una de las descripciones más completas, aunque poco conocida, de las fiestas de Nuestra Señora del Socorro en el siglo XIX, concretamente las celebradas el 7 y 8 de septiembre de 1888. Curiosamente, no la publicó hasta once años después, entre el 15 de abril y el 24 de mayo de 1899, en cinco entregas que vieron la luz en el Diario de Tenerife; y la reprodujo íntegramente entre el 20 de julio y el 24 de agosto del año siguiente, también en cinco partes, en el semanario Siglo XX. Está extraída del libro sobre “Historia y evolución de las Fiestas de Nuestra Señora del Socorro en Güímar”, que tenemos en preparación.
En su interesantísimo trabajo,
el Doctor Beyro describe con todo lujo de detalles los principales aspectos de
dichas fiestas: los repiques de las campanas en la iglesia de San Pedro y en la
ermita de El Socorro; la salida de la Virgen de la iglesia matriz y el entorno
de ésta, incluso las plantas que adornaban la plaza y sus olores, así como la
masa humana que la espera, su emoción e incluso sus trajes; la danza de las
cintas, con los principales aspectos del baile y la vestimenta de los
danzarines; la procesión hasta La Asomada, con la banda de música y los
numerosos fieles; los ramos de albahaca que llevaban las chicas para adornar la
ermita costera; la llegada a ésta, sus olores y el canto de la Salve; el baño
de los romeros, su posterior almuerzo y las parrandas; el pozo al que se
llevaba el agua para esta fiesta; las promesas de los fieles y las limosnas
entregadas al mayordomo; la tradicional luchada en la playa; la emotiva
representación de la “Ceremonia” de aparición de la Virgen a los guanches, en
el mismo Llano donde se produjo; la procesión de retorno a la ermita, con la
banda de música; la suelta de globos aerostáticos y los fuegos artificiales; el
regreso a Güímar de los señores más acomodados en sus bestias; la noche pasada
en la costa por otros muchos vecinos, en las chozas improvisadas o en los
ventorrillos; la función de la mañana del día 8, con sermón; el regreso a
Güímar de la mayoría de los romeros, para esperar allí a la Virgen ya vestidos
de fiesta; la soledad de Nuestra Señora esa tarde en la costa, solo acompañada
por el mayordomo, que por entonces era don Nicasio García Díaz, y un escaso
número de amigos y devotos, que le ayudan a recoger la capilla y al traslado de
la venerada imagen a la iglesia de San Pedro; la concentración de fieles de
todos los barrios del municipio y de Arafo en La Asomada; el alegre
recibimiento en dicho lugar; el regreso a la parroquia en procesión abigarrada;
el educado juego de “¿Pares o nones?” (primera referencia escrita sobre el
mismo); la llegada a la iglesia matriz, entre fuegos artificiales, vítores,
alegría y fe religiosa de una densa masa de fieles; la emotiva entrada en el
templo; la posterior soledad y el silencio de esa noche en Güímar. Concluye el
Dr. Beyro, recordando con nostalgia la playa de El Socorro, la ermita costera y
la fiesta que había vivido hacía más de dos lustros, recreando la presencia
guanche en dicho término, que había dado lugar a esta celebración.
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