Arafo: Don Víctor Eusebio Marrero (1795-1882), cura servidor, encargado y ecónomo de Arafo, mayordomo de la fábrica parroquial, labrador y elector, apaleado por algunos vecinos

Víctor Eusebio Marrero-cas     No todos los sacerdotes de los siglos pretéritos ocuparon cargos de relieve, es más, un alto porcentaje de ellos no llegó nunca a regentar una parroquia ni como ecónomos ni como propietarios; se limitaban a trabajar en la parroquia donde habían sido bautizados como capellanes adscritos a la misma, desarrollando sus licencias ministeriales y celebrando sacramentos en colaboración con los curas titulares. Aunque la biografía de estos personajes quizás no resulte tan brillante, sí es verdad que jugaron un importante papel en la historia de muchos pueblos, e incluso la mayoría se supo granjear el cariño y el respeto de sus convecinos, con mayor sinceridad incluso que los propios párrocos.

     Uno de ellos fue don Víctor Eusebio Marrero, quien nunca abandonó su parroquia, en la que siempre ocupó un segundo plano, a pesar de que estuvo a su frente en varias ocasiones como cura servidor, encargado o ecónomo; también fue mayordomo de fábrica, bedel y presidente de la Hermandad del Santísimo Sacramento y depositario de la Cofradía de Ánimas. Durante toda su vida compatibilizó su labor ministerial con las tareas agrícolas, a las que dedicó quizás mayor atención, pero que le permitió entender mejor a sus vecinos, con los que compartió la solución a algunos problemas. Como curiosidad, en la noche del 27 de febrero de 1827 fue apaleado por varios vecinos, cuando trataba de evitar una agresión a su hermano Luis, lo que motivó un largo expediente, pues la agresión a un sacerdote podía castigarse incluso con la pena de excomunión; pero el párroco Rodríguez Torres, como buen vecino, buscó en la reconciliación de las partes el final del incidente, sin que pasase al Juzgado ordinario y limitándose a poner una pequeña pena ejemplarizante.

     Nuestro biografiado nació en Arafo el 5 de marzo de 1795, siendo hijo de don Felipe Marrero de Barrios y doña Sebastiana de Torres Marrero y Barrios. Dos días después recibió las aguas bautismales en la iglesia parroquial de Santa Ana de Candelaria, a cuya jurisdicción pertenecía por entonces dicho lugar, de manos del presbítero Agustín Tomás de Torres; se le puso por nombre “Víctor Eusebio José” y actuó como padrino su tío paterno don Francisco Marrero de Barrios…

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Artículo-VÍCTOR EUSEBIO MARRERO

Guía de Isora: Doña María Hernández Jorge (1839-1891), primera maestra nacida en Guía de Isora y titular en propiedad de su escuela pública de niñas durante 25 años

Guía-21.4 (CFIT)-2     Miembro de una familia destacada de Guía de Isora, nuestra biografiada cursó sus estudios libremente y fue la primera mujer nacida en dicha localidad que obtuvo el título de Maestra Elemental de Primera Enseñanza, lo que logró ante la Comisión de Exámenes de la Junta Provincial de Instrucción Primaria. Poco después accedió por oposición a la escuela pública de niñas de su pueblo natal, al frente de la cual permaneció durante 25 años, hasta su prematura muerte. Y, como todos los maestros de su época en un Sur empobrecido, sufrió continuos atrasos en su sueldo, así como en el pago de los materiales docentes y en los alquileres, cantidades que debía abonar el Ayuntamiento de la localidad, siempre falto de fondos.

     Nació en Guía de Isora el 29 de octubre de 1839, siendo hija de don Miguel Hernández (Martel) González, natural del mismo pueblo, y de doña María Ignacia Jorge Brito, que lo era de Adeje. El 5 de noviembre inmediato fue bautizada en la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Luz por el cura propio don José Pérez; se le puso por nombre “María Claudina de la Luz” y actuó como padrino don José de Vargas, del mismo vecindario…

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Artículo-MARÍA HERNÁNDEZ JORGE

El depósito de prisioneros franceses en Candelaria durante la Guerra de la Independencia (1809-1814)

Candelaria desde San Blas   Hace cuatro años se cumplió el segundo centenario de un hecho histórico prácticamente ignorado, que relaciona al pueblo de Candelaria con la Guerra de la Independencia. El 2 de mayo de 1809, casi un millar y medio de prisioneros franceses capturados en la Península durante la invasión napoleónica fueron deportados desde Cádiz a las Islas Canarias, en un convoy formado por tres bergantines, un navío y dos buques de línea armados, escoltados por dos navíos de la flota británica. Y el 11 de ese mismo mes llegaron al puerto de Santa Cruz de Tenerife 1.484 prisioneros, sin advertencia ni aviso previo del Gobierno.

     No pudiendo rechazar el convoy de prisioneros, el comandante general interino, don Carlos O’Donnell, solicitó instrucciones para el desembarco y alojamiento de los prisioneros a la Junta Suprema de La Laguna, que en la sesión extraordinaria celebrada ese mismo día 11 de mayo acordó concentrarlos, a pesar de sus escasos recursos económicos, en el pueblo de Candelaria: “Considerando que no conviene que los dichos prisioneros estén diseminados en el país, ni tampoco el tenerlos encerrados a causa de que su reunión puede inficcionar el aire; que, sin embargo, el reducirlos a un solo punto disminuiría proporcionalmente la guarnición necesaria para su custodia, juzgando que lo mejor era, pues, confinarlos a un lugar, que no puede ser otro que el de Candelaria”…

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