La visita de la Virgen de Candelaria al municipio de Arafo (1964)

     En octubre de 1964 se inició un acontecimiento inolvidable en la historia religiosa de Tenerife, la primera y hasta ahora única peregrinación de la Virgen de Candelaria por todos los pueblos de la isla, con el fin de recaudar fondos para el nuevo Seminario Diocesano. Fue un largo e intenso viaje, de casi tres meses y medio, en los que estuvo ausente de su Santuario, pero con su paso alegró los corazones de todos los tinerfeños.

     A las cinco de la tarde del viernes 16 de octubre de 1964, se rezó el Santo Rosario y se  celebró una función solemne en la Basílica de la Virgen Candelaria, totalmente abarrotada de vecinos de la Villa y feligreses procedentes de otros municipios de Tenerife. A las ocho de la noche, la venerada imagen dejó su templo y en medio de un silencio impresionante inició su marcha hacia Arafo, a través de la calle principal y la Carretera General del Sur, acompañada a pie por los hijos de Candelaria y por su capellán, el sacerdote dominico fray Juan Fernández Baca (“El Padre Juan de Candelaria”).

     El municipio de Arafo fue el primero de la isla que recibió la visita de la Virgen de Candelaria, la Patrona de Canarias, en su larga peregrinación por los pueblos de Tenerife, de cuyo inicio se cumple este año su 50 aniversario, o sea, las “Bodas de Oro”. El pueblo se engalanó con esmero, pues banderas, luces, arcos y colgaduras adornaban las calles, y en la mencionada fecha del 16 de octubre de de 1964, hace justo 50 años, las dos bandas de música de la localidad, la “Nivaria” y “La Candelaria”, autoridades y feligreses, con su párroco al frente, se dirigieron al Pino del Señor, lugar previsto para el recibimiento. El obispo llegó pronto y se unió a todos para esperar a la Virgen; también acudió a dicho punto mucha gente que había llegado de Güímar y Santa Cruz de Tenerife para presenciar el magno acontecimiento. Se vio subir por la carretera a la lenta caravana de luces que formaban una larga estela, ¡ya se acercaba la Virgen!, y el júbilo arrancó lágrimas de los ojos que anhelaban contemplar a la imagen peregrina. A las diez de la noche se hizo un profundo silencio, que se rompió espontáneamente con una salva de aplausos, vítores y cánticos; la Santa Imagen venía sobre su artística carroza…

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