Crónica de sucesos: Los despeñados en Igueste de Candelaria (1853-1935). Las tristes consecuencias de vivir entre barrancos

Igueste de Candelaria     La orografía del lugar en el que se nace o se vive puede llegar a marcar la existencia de las personas e incluso el devenir de toda una comunidad. Igueste de Candelaria, un pueblo con una belleza paisajística de postal, está enclavado en el extremo norte del Valle de Güímar y dentro a su vez de otro pequeño valle, delimitado por el profundo barranco de Araca y otros más pequeños, como los de El Fuerte y El Madroño; muy cerca se encuentra el impresionante barranco de Chacorche, además de los acantilados que bordean la zona agrícola de La Mesa, así como los que se sitúan por debajo de Pasacola y continúan por la cuesta de Las Tablas. Sus habitantes han tenido que superar el problema que supone vivir entre barrancos y cerca de acantilados de considerable altura, sobre todo en una época en la que el vecindario estaba dedicado casi exclusivamente a la agricultura y al pastoreo, motivo por el cual niños, jóvenes y mayores tenían que aventurarse por caminos y veredas de difícil tránsito, para buscar el sustento en las huertas alejadas, así como para recoger leña, forraje para el ganado o el agua necesaria para el hogar, en las diversas fuentes. Más antiguamente, fue la recolección de orchilla la que se cobró muchas vidas en la isla y, por lo menos, una de ellas en esta localidad.

     Aunque hemos localizado algún accidente anterior, en el transcurso del periodo que hemos estudiado con más profundidad, de 1853 a 1935, hemos documentado hasta el momento 18 accidentes en Igueste, en los que se despeñaron otras tantas personas de las más diversas edades (niños, jóvenes, adultos y ancianos), todas menos una avecindadas en este pueblo, de las cuales murieron 11 y 7 resultaron heridas de diversa consideración, casi todas ellas conducidas a Santa Cruz de Tenerife (por tierra o mar) para practicarle la autopsia o curarle sus heridas…

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