El Convento Real de Candelaria en todo su esplendor y la primera Basílica de la Virgen (1672-1789)

     En 1526, la Virgen de Candelaria abandonó la Cueva de San Blas para pasar a su primera Iglesia, de la que se hicieron cargo los religiosos dominicos a partir de 1530. Durante más de un siglo y sin muchos medios éstos cuidaron de la venerada imagen y de su templo lo mejor que pudieron, en una época de amenazas e incertidumbre. Luego, una vez que se decidió acabar con los proyectos de traslado de la Virgen a otras localidades de Tenerife y se acordó que permanecería para siempre en Candelaria, los frailes pudieron aplicarse con más tranquilidad a promover la devoción y a reedificar el Convento, que de día en día se fue aumentando con las ofrendas y romerías.

    Pero dada la pequeña capacidad y estado ruinoso del Santuario, en 1669 el obispo don Bartolomé García Ximénez, gran devoto de la Virgen, decidió levantar en el mismo lugar un impresionante templo de tres naves (en el que luego recibiría sepultura), que constituyó la primera Basílica de Candelaria; y mientras se construía, la venerada imagen volvió a la Cueva de San Blas. Con admiración de todos, gracias a las limosnas de los fieles y la aportación del obispo, esta basílica se edificó en menos de tres años y en la festividad del 2 de febrero de 1672 se trasladó a ella la Virgen, en medio del fervor popular. Simultáneamente, con el fin de impedir el saqueo del Santuario, que siempre había constituido una preocupación de los capitanes generales y del Cabildo de la isla, se construyó un fortín, luego sustituido por el Castillo de San Pedro, y se rodeó el recinto con una muralla rematada por una estacada de madera.

     El Convento Real de Candelaria fue reedificado de nueva planta en 1729 y llegó a contar con una importante biblioteca, sirviendo además de botica y escuela. Por su parte, la Basílica fue consagrada en 1739 por el arzobispo palmero Domingo Pantaleón Álvarez Abreu y llegó a atesorar una riqueza en platería realmente considerable. Pero todo el esfuerzo de siglos desapareció de repente en la noche del 15 de febrero de 1789, hace 225 años, pues un voraz incendio los destruyó por completo en pocas horas…

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