Arafo: Don Luis Marrero Romero (1891-1970), comerciante, sanitario altruista, directivo de varias comunidades de aguas, de la Compañía Eléctrica y del Casino “Unión y Progreso”, presidente de la Sociedad Filarmónica “Nivaria” y del Comité local del Partido Republicano Tinerfeño, alcalde de Arafo y vocal del “C.L. Chimisay”

A pesar de padecer una discapacidad en su mano derecha desde su niñez, nuestro biografiado logró sacar adelante sus estudios primarios, que luego amplió de forma autodidacta, dando muestras de su notable inteligencia. Comenzó su vida laboral como empleado en un comercio y luego puso uno por su cuenta, que llegó a ser el más importante de Arafo; también se dedicó a la exportación de frutos y fue corresponsal administrativo del periódico Gaceta de Tenerife. Además, fue directivo de diversas comunidades de aguas de Arafo: impulsor de la galería “Los Huecos”, presidente de “La Saleta” y “Chavique”, y tesorero de “El Risco Azul”, “Barranco de Amance”, “Añavingo”, “Las Madres” y “La Nueva Bienvenida”; asimismo, fue tesorero de la Compañía Eléctrica de Arafo S.A. Simultáneamente, tuvo una intensa vida pública, pues ejerció como adjunto del Tribunal Municipal, miembro de la Junta de Cultura de Arafo, presidente durante más de una década de la Sociedad Filarmónica “Nivaria”, concejal suplente del Ayuntamiento, somatenista, tesorero del Casino “Unión y Progreso”, presidente del Comité local del Partido Republicano Tinerfeño, alcalde de Arafo, vocal suplente de la Junta Municipal del Censo electoral y vocal del Club de Luchas “Chimisay”. No obstante, quizás es más recordado por la intensa actividad sanitaria que aprendió con su tío Felipe y desarrolló en su municipio natal, con claro carácter vocacional y altruista, pues ponía inyecciones, extraía dientes, hacía primeras curas e incluso llegó a practicar la cirugía en pequeñas intervenciones; a pesar de su falta de titulación colaboró con los médicos titulares, a los que sustituía ocasionalmente, aunque también sufrió denuncias por intrusismo. Su labor fue agradecida y reconocida por sus paisanos, por lo que después de su muerte el Ayuntamiento de dicha villa dio su nombre a una calle.

Nació en Arafo el 30 de marzo de 1891, a las diez de la noche, siendo hijo de don Luis Marrero Rodríguez y doña María Romero Fariña. El 1 de abril inmediato fue bautizado en la iglesia de San Juan Degollado por el cura ecónomo don José Cruz y Bencomo; se le puso por nombre “Luis Víctor Juan” y actuó como madrina doña Josefa Sosa.

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Candelaria: Don Juan González Alberto (1851-1922), marino, sochantre de la parroquia, cabo 2º de Milicias, alcalde constitucional, alcalde de mar, juez municipal electo, interventor electoral, jurado judicial y adjunto del tribunal municipal

Este polifacético personaje era miembro de una familia modesta y, como la mayoría de sus paisanos, desde joven se volcó en el mar, como pescador y marino. Simultáneamente, obtuvo el empleo de sochantre que, probablemente, llevaba aparejado el de organista de la parroquia de Santa Ana, en la que varios familiares ejercieron como sacristanes. Prestó su servicio militar en las Milicias Canarias, en las que alcanzó el empleo de cabo 2º. Luego, desempeñó diversos cargos públicos en su municipio natal, del que fue alcalde constitucional y alcalde de mar. También emigró a Cuba y, tras su regreso, fue nombrado juez municipal, aunque no llegó a tomar posesión, pero sí ejerció como interventor electoral, alcalde constitucional por segunda vez, jurado en diversas causas vistas en la cabecera del partido judicial de Santa Cruz de Tenerife y adjunto del tribunal municipal de Candelaria.

Nació en Candelaria el 30 de enero de 1851, siendo hijo de don Alejandro de la Cruz González Leal y doña María del Carmen Albertos de Frías. El 2 de febrero inmediato fue bautizado en la iglesia de Santa Ana por el cura párroco don Juan Núñez del Castillo; se le puso por nombre “Juan Cristóbal” y actuó como padrino don Salvador González, natural y vecino de dicho lugar…

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La celebración de la “Fiesta del Árbol” en la villa de Adeje (1911, 1915, 1916)

Como ya hemos recogido en cuatro artículos anteriores dedicados a otros tantos municipios del Sur de Tenerife, la primera “Fiesta del Árbol” que se llevó a cabo en el planeta tuvo lugar en Villanueva de la Sierra (Cáceres) en 1805, por iniciativa del cura párroco de dicha localidad y como gesto oportuno para conmemorar el valor de la libertad, tras la destrucción de los montes del norte de Cáceres por las batallas libradas entre las tropas locales y las francesas de Napoleón Bonaparte. En Canarias, la primera “Fiesta del Árbol” se celebró en Las Palmas de Gran Canaria el 29 de abril de 1902, por iniciativa del periodista don Francisco González Díaz, conocido como el “Apóstol del árbol”; fue organizada por la Asociación de la Prensa ante la inacción de las instituciones públicas, de lo que se quejó su impulsor; y el 6 de diciembre de ese mismo año también se celebró en Santa Cruz de Tenerife. El auge que fue adquiriendo esta celebración a lo largo del Estado español determinó la publicación de un Real Decreto el 15 de marzo de 1904, que le daba carácter oficial, y otro del 5 de enero de 1915 que declaraba “obligatoria la celebración anual de una Fiesta del Árbol en cada término municipal”. Pero ello no determinó su efectiva puesta en práctica, pues serían contadas las localidades canarias que cumplieron lo establecido en dicha disposición y la mayoría de ellas solo la celebraron en una ocasión. Entre otros municipios, además de ambas capitales, la organizaron: Teror, Arucas, Santa María de Guía, Gáldar, Moya, Telde, Santa Brígida, Moya; La Laguna, Adeje, La Orotava, Güímar, Icod de los Vinos, Guía de Isora, Tacoronte, La Victoria, La Matanza, Candelaria, Los Realejos, Arico, Fasnia, Arafo; Hermigua, Alajeró, Vallehermoso; San Bartolomé, Arrecife de Lanzarote; Valverde; etc. Con dicha celebración se pretendía concienciar a toda la población sobre la conservación de la naturaleza, a la vez que cumplir un objetivo educativo en las escuelas.

La primera “Fiesta del Árbol” se celebró en la villa de Adeje en 1911, a iniciativa del médico don Manuel Fernández Piñeiro, presidente de la Sociedad “Unión y Cultura”, y luego se repitió por lo menos en 1915 y 1916, pues de la posible celebración en los años intermedios y posteriores de momento no tenemos ninguna constancia documental. A ellas siempre asistían las autoridades locales, encabezadas por el alcalde y el cura párroco, quien bendecía los árboles; ocupaban un lugar relevante los niños de las escuelas, con sus correspondientes maestros, que desfilaban y cantaban el “Himno al Árbol”; se leían poesías y discursos alusivos al motivo de la celebración, siempre uno de ellos por el citado médico; y concluían con un baile en la citada sociedad. Algunos de los árboles plantados en esas fiestas son los laureles de Indias que aún adornan la plaza principal y la calle Grande…

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Güímar: Doña María Mercedes García Campos (1919-1996), religiosa misionera de Nazaret, maestra y superiora de diversos centros de su Orden en España y Venezuela

Miembro de una destacada familia güimarera, doña Mercedes se sintió atraída desde muy joven por la vida religiosa, por lo que ingresó como hermana en la Cofradía del Carmen de la Parroquia de San Pedro de Güímar antes de tomar el hábito como religiosa misionera de Nazaret en el Colegio “Santo Domingo” de la misma ciudad. En este centro hizo su primera profesión y luego pasó a Barcelona, donde efectuó los votos perpetuos y obtuvo el título de maestra. A partir de entonces, durante 28 años, fue profesora y superiora de varias residencias y colegios en Caracas, Barcelona, La Laguna, Madrid, Los Realejos y Los Llanos de Aridane. Al final de su vida pasó ocho años en Güímar, donde dio clases y cuidó de una hermana; cinco en Madrid, llevando a cabo tareas sencillas; y tres en Barcelona, donde falleció.

Nació en la calle de San Pedro Arriba de Güímar el 5 de diciembre de 1919, a la una de la madrugada, siendo hija de don Florentín García Díaz y doña Emelina Campos Jorge. Fue bautizada en la iglesia de San Pedro Apóstol por el coadjutor encargado don Domingo Pérez Cáceres; se le puso por nombre “María de los Ángeles Secundina Savas” y actuó como madrina doña Angelina Cruz Jorge, viuda…

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Descripciones del municipio de Fasnia en el último tercio del siglo XIX

En artículos anteriores ya nos hemos ocupado de algunas descripciones de Fasnia en el siglo XIX y en esta ocasión nos vamos a centrar en las correspondientes al último tercio del mismo. De esta etapa hemos reunido 13 descripciones, aunque cinco de ellas corresponden a un Anuario nacional, que periódicamente actualizaba los datos de cada municipio de España; en las mismas se recogen, además de datos demográficos, los principales pagos y los nombres de las personas más relevantes del término: párroco, alcalde, juez, fiscal, secretarios, maestros, empleados y comerciantes. Unas son muy escuetas y otras más extensas; algunas reúnen datos de gran valor histórico, geográfico, demográfico y económico, como la de Desiré Dugour; otras son exclusivamente geográficas, como la de Julio Ardanaz; y una más etnográfica, la de Charles Edwardes.

El francés José Desiré Dugour (1814-1875), afincado desde niño en Santa Cruz de Tenerife, destacó en diferentes campos de la cultura, como profesor, escritor (de poesías, cuentos y dramas), director teatral, director de periódicos, geógrafo e historiador. Gracias a su curioso manuscrito autógrafo titulado Trabajos históricos de Canarias. Proyecto de una Geografía regional de Canarias, escrito hacia 1870 y conservado en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, conocemos una de las más amplias descripciones del “Distrito municipal de Fasnia”, con datos en gran parte extraídos del Diccionario de Pedro de Olive. Entre otros aspectos destaca la iglesia, las calles del casco, el Barranco de Herques, la producción agrícola y ganadera, la escasez de agua, los principales caminos y los núcleos de población, llamando la atención que La Zarza tenía por entonces más habitantes que la cabecera municipal…

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Guía de Isora: Don Agustín Borges Rodríguez (1868-1933), capitán honorífico de la escala de reserva de Infantería, prisionero de guerra evadido en Filipinas, cabo jefe del Somatén Armado, fiscal municipal, secretario del Juzgado Municipal, corresponsal del periódico Las Noticias y presidente de la Sociedad “Centro Isorano”

Después de su regreso de Venezuela, nuestro biografiado inició una destacada carrera militar, en la que ascendió rápidamente desde soldado hasta sargento de Infantería; con este empleo ejerció como escribiente y, por sorteo, fue destinado al Ejército de Cuba, al que no llegó a ir en virtud de una permuta; sin embargo, sí fue destinado al Ejército de Filipinas, donde ascendió a 2º teniente de Infantería y participó en distintas acciones de guerra contra los insurrectos, siendo hecho prisionero por los tagalos; pasó 15 meses en manos de éstos, hasta que logró evadirse de su cautiverio y regresar a España. Una vez en Tenerife se estableció en Guía de Isora, su municipio natal, donde continuó viviendo el resto de su vida; después de su retiro obtuvo los ascensos a teniente y capitán honorífico de la escala de reserva de Infantería. Además, en su municipio natal ejerció como comerciante y desempeñó numerosos cargos: cabo jefe del Somatén Armado, vocal de la Junta Municipal del Censo Electoral, interventor y adjunto de la mesa electoral, fiscal municipal, secretario-contador de la Comisión local de la Cruz Roja, secretario del Juzgado Municipal, directivo de comunidades de explotación de aguas, corresponsal del periódico Las Noticias, auxiliar del gestor recaudador de cédulas personales y presidente de la Sociedad “Centro Isorano”.

Nació en el barrio de Chajajo en Guía de Tenerife el 1 de julio de 1868, a las seis de la mañana, siendo hijo del industrial tonelero don Juan Borges Velázquez y doña Victoria Rodríguez Baeza (Reyes), naturales del Puerto de la Cruz de La Orotava y vecinos del pueblo sureño. El 9 del mismo mes fue bautizado en la iglesia de Ntra. Sra. de la Luz por el cura párroco ecónomo don Domingo Mora y León; se le puso por nombre “Agustín Secundino” y actuó como madrina doña Agustina Delgado, soltera y propietaria, de la misma naturaleza y vecindad…

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Vilaflor de Chasna: Don José Antonio Hernández de Fuentes (1792-1853), cabo 1º de Milicias, sochantre organista y notario público eclesiástico de la Parroquia, propietario agrícola, fiel de fechos del Ayuntamiento y administrador del Convento agustino

Este artículo está dedicado a una destacada personalidad de Vilaflor de Chasna en la primera mitad del siglo XIX. Desarrolló una modesta carrera militar, en la que alcanzó el empleo de cabo 1º de Milicias. Ejerció durante la mayor parte de su vida como sochantre organista y notario público eclesiástico de la Parroquia matriz de San Pedro Apóstol de dicha localidad, aunque también atendió sus propiedades agrícolas. Además, fue fiel de fechos (secretario) del Ayuntamiento y administrador del Convento agustino de Vilaflor. Todo ello le permitió alcanzar una posición económica desahogada, a pesar de su origen humilde.

Nació en Vilaflor de Chasna el 3 de agosto de 1792, siendo hijo natural de don Salvador Hernández de Fuentes y doña Lorenza García Estévez, naturales y vecinos de dicha localidad. Al día siguiente fue bautizado en la iglesia de San Pedro Apóstol por el teniente de beneficiado don José del Campo Guezala, con licencia del beneficiado servidor don Luis Cabeza y Viera; se le puso por nombre “José Antonio Esteban” y actuó como madrina doña María Mena. El 29 de noviembre de 1801, a los nueve años de edad, fue legitimado con el matrimonio de sus padres…

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Granadilla de Abona: Don Marcelo García González del Castillo (1800-1838), capitán graduado de Milicias, ayudante del Regimiento de Abona y propietario agrícola, fallecido en plena juventud

Al ser miembro de una familia acomodada de militares, siendo aún paisano don Marcelo fue propuesto para ocupar la plaza de teniente de la 4ª compañía del Regimiento Provincial de Abona, que se hallaba vacante; la desempeñó interinamente durante dos años, hasta que le fue ratificada mediante el correspondiente Real Despacho. Luego ascendió a ayudante 2º del mismo cuerpo, empleo en el que permaneció hasta su retiro, y se le concedió también el grado de capitán de Milicias. Obtuvo su retiro a los 37 años de edad, cuando llevaba más de 11 años de servicio, falleciendo al año siguiente, en plena juventud. También fue propietario agrícola.

Nació en Granadilla de Abona el 16 de enero de 1800, siendo hijo del sargento don Juan Antonio de Mata (González) García Bello, natural de dicho pueblo, y doña Antonia (Luisa Manuela de San Dámaso) González del Castillo y Sarabia, que lo era del pago de Chiñama. El 21 de ese mismo mes fue bautizado en la iglesia de San Antonio de Padua por el cura párroco don Cristóbal Pérez Paxés y Barrios; se le puso por nombre “Marcelo Antonio del Sacramento” y actuó como padrino don Antonio Esteban Peraza y Ayala, párroco de San Miguel de Abona.

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Las Fiestas de El Escobonal (Güímar) en honor de San José, presididas por la antigua imagen del Patrono (1755-1942)

El 19 de marzo de 1755 se celebró la primera fiesta de Agache en honor del nuevo Patrono, tras la bendición de la primitiva ermita, que desde entonces se ha seguido haciendo anualmente, salvo por motivos extraordinarios. En esa misma fecha de marzo se continuaron celebrando durante décadas las Fiestas Patronales de San José, hasta que en el siglo XIX se trasladaron al primer domingo de agosto, fecha en la que ya se celebraban en 1850. Con dicho cambio se buscaban unas mejores condiciones climáticas y, por lo tanto, menor riesgo de suspensión y una mayor asistencia de público; además coincidía con un período de menor actividad agrícola, lo que también favorecía el que los miembros de la comisión pudiesen dedicarle más tiempo, tanto a la organización como a la participación en la fiesta. Las fiestas se celebraron durante más de un siglo en el llano que rodeaba a la Ermita Vieja de Cano, en la parte baja de El Escobonal, hasta 1861 (aunque luego continuaría celebrándose allí la fiesta de San Vicente Ferrer, nueva advocación de dicho templo, hasta su destrucción en un temporal). A partir de 1862 se trasladaron al llano de tierra situado delante de la iglesia nueva, en el centro del pueblo, que en 1938 fue transformado en una auténtica plaza, con pavimento de cemento, bancos y árboles.

A mediados del siglo XIX la fiesta principal ya se celebraba el primer domingo de agosto, aunque los actos festivos se extendían también al sábado de la víspera y, en ocasiones, al lunes inmediato. Los palos o plumas con las primeras banderas se plantaban en la plaza el fin de semana anterior al de la fiesta y se adornaban por entonces con ramas de brezo o faya y hojas de palma, colocándose en los días siguientes el resto de los adornos por los distintos accesos a la plaza. Al igual que aún sucede con las Fiestas de San Pedro de Güímar, en este período las Fiestas de San José eran organizadas por las dos mitades en que se dividía el pueblo, El Escobonal de Arriba en los años pares y el de Abajo en los impares. La partición no era equitativa, pues se utilizaba como frontera la propia iglesia y plaza, en lugar del lomo de La Tambora que es la auténtica mitad del pueblo; por ello, lo normal era que El Escobonal de Abajo lograse recaudar más dinero que el de Arriba, lo que repercutía en la vistosidad de las fiestas. No obstante, el entusiasmo puesto por las comisiones y el tremendo pique existente entre ellas contribuía a disminuir las diferencias. Solía comenzar con el repique de campanas y lanzamiento de cohetes. No faltó nunca la actuación de la danza en la tarde del domingo principal por la plaza y el centro del pueblo, así como en la procesión, siempre acompañada por el flautista y tamborilero (que en esta etapa fue primero Cho Gaspar Díaz “El Cojo de la Pita” y luego su hijo Cho Cirilio Díaz). Casi nunca faltó la actuación de una banda de música el día principal de las fiestas o los dos días, alternándose sobre todo las de Arafo con la de Güímar; en su recibimiento (primero por la mañana y luego en las primeras horas de la tarde), que era un número esperado, la banda llegaba al sector que organizaba la Fiesta (a La Montaña en los años pares y a El Pino en los impares), desde donde se dirigía hasta la Plaza de San José en cabalgata anunciadora, ejecutando alegres marchas y pasacalles; luego, además de dar conciertos, amenizaba los paseos y los bailes en la plaza, y por la noche acompañaba a la procesión, junto con la danza. Asimismo, esa banda invitada tocaba la Diana del día principal por las calles principales.

En la mañana del domingo, día principal de la Fiesta, se celebraba una solemne función religiosa, en la que desde los años treinta del siglo pasado se invita a un destacado orador sagrado. Un número prácticamente fijo era la corrida de sortijas, que primero fue en bestias (caballos, burros o mulas) y a partir de los años veinte en bicicleta, la cual se celebraba inicialmente el domingo y luego pasó al sábado. Sobre todo a partir de 1930, en que se formó el primer “partido” o “bando” de El Escobonal, casi siempre se celebraba un encuentro de lucha canaria el domingo por la tarde, aunque a veces no se especificaba en el programa. En la noche del día principal tenía lugar la procesión, que llegaba hasta Las Lúas en los años pares y hasta La Fonda en los impares, en la que primero sólo se sacaba a la imagen de San José y luego, desde finales del siglo XIX, se incorporó a ella la Purísima o Inmaculada, con la participación de la danza de las cintas y banda de música, quemándose en su recorrido multitud de fuegos artificiales por uno o dos pirotécnicos, culminando con la exhibición de la “Entrada”. Y tanto el sábado como el domingo se celebraban bailes, a distintas horas (mañana, tarde y noche), a veces especificándose que eran regionales, amenizados por pianolas, orquestas o la propia banda invitada, tanto en salones particulares como en los casinos, además de verbenas en la propia plaza, sobre todo a partir de los años cuarenta…

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