Granadilla de Abona: Don Antonio de Frías y Peraza (1821-1875), subteniente de Milicias, propietario agrícola, elector contribuyente, secretario escrutador de la mesa electoral y notario castrense de la Sección Ligera Provincial de Abona

     Siguiendo una larga tradición familiar, nuestro biografiado ingresó como subteniente en las Milicias Canarias, pero solo permaneció en ella durante un año y medio, al tener que pedir su licencia absoluta para atender los intereses familiares y hacerse cargo de sus hermanos, con motivo de la prematura muerte de su padre. En los años posteriores se dedicó por entero al cuidado de sus propiedades agrícolas, llegando a figurar entre los mayores contribuyentes del municipio, por lo que actuó durante muchos años como elector de diputados provinciales, diputados a Cortes y compromisarios para senadores, incluso fue designado secretario escrutador de la mesa electoral de Granadilla. También participó en una suscripción a favor de las viudas y huérfanos causados por la epidemia de fiebre amarilla en Santa Cruz de Tenerife. Luego obtuvo en propiedad la plaza de notario castrense de la Sección Ligera Provincial de Abona, por lo que volvió a las Milicias, pero ahora en un empleo remunerado, al formar parte del cuadro permanente de dicho cuerpo, en el que permaneció hasta su muerte.

     Nació en Granadilla de Abona el 26 de febrero de 1821, siendo hijo del entonces subteniente y alcalde don Gregorio Francisco de Frías y Cruz y doña Gerónima Peraza y Ayala. Ese mismo día fue bautizado en la iglesia de San Antonio de Padua por el presbítero don Manuel González Guillén, con licencia del cura párroco don Pedro Machado y Texera; se le puso por nombre “Antonio Lorenzo del Santísimo Sacramento”. Creció en el seno de una de las familias más destacadas de la localidad, con arraigada tradición militar, religiosa y política, en la que destacaron varios de sus miembros…

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Güímar: Don Cirilo Díaz Díaz (1857-1943), “Cho Cirilo El Tamborilero”, agricultor en su tierra, flautista y tamborilero durante 70 años de las Danzas de El Escobonal, Güímar y Fasnia, y folclorista más conocido en esta faceta de todas las islas


     La historia no sólo la escriben los hombres de estudio, cultos y brillantes, pues a veces una persona de origen humilde y sin estudios puede cubrir páginas tan gloriosas como aquellos. Tal es el caso de don Cirilo Díaz Díaz, “Cho Cirilo el Tamborilero”, viejo flautista isleño y labrador en su tierra, quien tuvo que hacerse cargo de las danzas a los 17 años de edad, ante la prematura muerte de su padre. Con su música recorrió la geografía insular e incluso la llevó hasta la Península, al formar parte de una representación de lo más selecto del folclore canario. Llegó a ser uno de los hombres más  populares de Tenerife y el tamborilero más conocido de Canarias, gracias a los 70 años que permaneció acompañando con su flauta y su tambor a las Danzas de cintas y arcos de El Escobonal, Güímar y Fasnia.

     Nuestro biografiado nació en El Escobonal el 13 de diciembre de 1857, en una cueva vivienda de La Quebrada, siendo hijo de don Gaspar Díaz Yanes y de doña Inés Díaz Rodríguez, natural ésta de Santa Cruz de Tenerife. Cuatro días después recibió el bautismo en la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol de Güímar, de manos del presbítero don Pedro Pérez Fariña, teniente del Dr. don Agustín Díaz Núñez, beneficiado propio de la misma y arcipreste del partido; se le puso por nombre “Cirilo” y actuó como padrino don Juan Díaz Delgado…

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Arafo-Güímar: Don Diego Alonso Bencomo (1661-1742), descendiente del Mencey de Adeje, alférez de Milicias, patrono de una Capellanía, mayordomo de la fábrica parroquial de Güímar, miembro de dos hermandades y una cofradía

    Miembro de una destacada familia de origen guanche, en la que proliferaron los militares y religiosos, nuestro biografiado también siguió la carrera militar, pues a pesar de ser analfabeto obtuvo el empleo de alférez del Tercio de Infantería de Güímar y Candelaria, con el que continuó tras la transformación de dicho cuerpo en el Regimiento de Milicias de Güímar. Además, fue un rico propietario agrícola y patrono de una capellanía, que recayó en su hijo Cristóbal, para el que también instituyó un patronato vitalicio, con lo que éste tuvo suficiente congrua para ordenarse de sacerdote. También fue mayordomo de fábrica de San Pedro Apóstol, hermano de la Hermandad del Santísimo Sacramento de la misma parroquia y de la Hermandad del Rosario del Convento de Santo Domingo en Soriano, así como cofrade de la Cofradía de la Misericordia, de la mencionada parroquia. Con motivo de un pleito, junto a su hermano Juan probó su noble filiación hasta el Rey Don Diego de Adeje (“Pelinor”), al demostrar que ambos eran tataranietos por ambas líneas de doña Juana Díaz, mujer de don Juan Marrero, bisnieta y “heredera universal del rey don Diego”.

     Nació en Arafo en noviembre de 1661, siendo hijo de don Juan Alonso Bencomo “El Menor” y doña Nicolasa Díaz de Ledesma. El 17 de ese mismo mes recibió el bautismo en la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol de Güímar, de manos del Bachiller don Salvador Pérez, cura y beneficiado de la misma y de Santa Ana de Candelaria; se le puso por nombre “Diego” y actuó como padrino el sacerdote dominico fray Diego Bencomo, su tío paterno…

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Fasnia: Sor Andrea Esquivel Chico (1920-2018), religiosa oblata del Santísimo Redentor

     Miembro de una familia numerosa y muy conocida en Fasnia, nuestra biografiada sintió desde su adolescencia una férrea vocación religiosa, pero no contó con el apoyo de sus padres. Por ello, cuando ya contaba 29 años abandonó su casa e ingresó como novicia en la Congregación de Religiosas Oblatas del Santísimo Redentor, en la Residencia de Gracia (La Laguna), de la que pasó a la sede de Pamplona, donde emitió los votos temporales, regresando a Tenerife para hacer su profesión perpetua. A partir de entonces prestó sus servicios en La Laguna, Alacuás (Valencia), Zaragoza, donde ejerció como superiora, Benicasim (Castellón), Las Palmas de Gran Canaria y, finalmente, de nuevo en Benicasim, donde falleció a los 98 años de edad, 69 de ellos como religiosa oblata. Siempre destacó por su humildad, su bondad y su espíritu de servicio a los demás.

     Nació en Fasnia el 8 de abril de 1920, a las ocho de la mañana, siendo hija de don Genaro Esquivel Díaz y doña Leoncia Chico Cruz. El 13 de diciembre de 1924 fue bautizada en la iglesia parroquial de San Joaquín por el cura párroco propio don Luis Navarro Nóbrega; se le puso por nombre “Andrea Eloína” y actuaron como padrinos el párroco actuante y la señorita doña Eloína Esquivel Díaz, su tía paterna…

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El largo proceso de creación de la parroquia de San Bartolomé del Río de Arico y la relación de sus párrocos

     Después de consolidado el núcleo del Río de Arico, los vecinos principales decidieron levantar una ermita y, tras obtener la correspondiente autorización, en junta celebrada en 1674 acordaron dedicarla a San Bartolomé Apóstol y dotar al templo. El cargo de primer mayordomo recayó en don Antonio Gaspar, quien rindió sus primeras cuentas en 1678, de las cuales se deduce que ese primer templo era una modesta capilla, en forma de salón, sin presbiterio diferenciado, y presidida por un cuadro de San Bartolomé. En 1691 ya se había incorporado al templo la actual imagen del Santo titular, de talla completa y policromada, cuyo autor fue el imaginero don Domingo de Campos. Desde su fundación contó con mayordomos y capellanes para su cuidado y servicio. En 1739 comenzó la construcción de una capilla mayor, separada de la nave principal por un arco de cantería de medio punto, que ya había sido construido en 1745; luego siguió la construcción de la sacristía y todas las obras de esta ampliación concluyeron en 1754; el presbiterio resultante tenía planta cuadrada y estaba situado a la misma altura de pavimento de la nave; no se le pudo hacer retablo, pero se abrieron tres nichos en la pared del fondo. Mientras se reconstruía la ermita, en 1774 fue dotada la festividad de San Bartolomé, el 24 de agosto, por una vecina de El Río, doña María Candelaria Pérez. En el inventario de 1780 ya figuraba en el nicho central la Virgen de la O y a los lados un Cristo y San Bartolomé; también existían en el presbiterio una imagen de la Concepción, quince cuadritos y la pila del agua bendita con tasa de cantería, que también se conserva. En 1778 fue dotada la festividad de la Virgen de la O, que se celebraba el 18 de diciembre, en el testamento de doña Ángela María Martín. En 1836 se reformó todo el frente de la ermita y se recomendó la construcción de un campanario, un sardinel en la capilla mayor y un retablo para la misma, con repisa de cantería. En ese mismo año el obispo aceptó cederle la campana de la incendiada ermita de la Punta de Abona, por lo que ya contaba con una espadaña sobre la puerta principal. A mediados de esa centuria se construyó el retablo, que ya existía en 1882. En 1932 se sustituyó el campanario por su nueva torre y se adquirió la campana grande. En 1967 se restauró el interior del templo y se levantaron los nuevos cuerpos de la torre.

     En el presente artículo nos vamos a centrar en el largo proceso seguido para elevar la ermita de San Bartolomé Apóstol a la categoría de parroquia, el cual comenzó el 27 de mayo de 1854 y concluyó el 1 de enero de 1944, en que comenzó a regir, aunque desde 1929 ya era parroquia filial de la de San Juan Bautista de la villa de Arico. También se incluye la relación de párrocos que la han regentado desde su creación, con breves reseñas biográficas. En estos 75 años, desde el 1 de enero de 1944, han estado al frente de esta parroquia un total de 24 sacerdotes, ninguno de los cuales ha nacido en Arico y solo siete han sido nombrados exclusivamente para esta parroquia. El récord de permanencia en la parroquia lo ostenta don José Bernardo Juan, con 12 años y medio; le siguen: don José Antonio Baute Chico (más de 12 años), don Miguel Dévora Hernández (5 años), don Jorge Hernández Rodríguez, don Norberto Álvarez González, don Jerónimo Hernández Rodríguez y don Juan P. Velázquez Velázquez (más de 4 años cada uno), don José Luis B. Escobar Blanco (casi 4 años), don Pablo González y González (casi 3 años y medio) y don Benito José María Lagos (más de 3 años).

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Candelaria: Don Aurelio Chico y Núñez (1843-1936), sargento 2º de Milicias, comandante de armas de El Rosario, propietario agrícola, elector contribuyente, vocal secretario de la Junta Pericial, jurado judicial e interventor electoral

     Nuestro biografiado siguió una corta carrera militar, en la que ascendió desde soldado hasta sargento 2º de Milicias y, como tal, estuvo movilizado en la custodia de los prisioneros carlistas y fue nombrado comandante de armas de El Rosario. Después de obtener su licencia absoluta se dedicó al cuidado de sus propiedades agrícolas, alcanzando una situación económica desahogada. Además, ejerció como elector contribuyente, vocal secretario de la Junta Pericial del Ayuntamiento, jurado judicial e interventor electoral. Casó dos veces, aunque no tuvo sucesión. Como curiosidad, se vio implicado en un incidente con motivo de una cencerrada en Araya y simuló un robo en su casa de Barranco Hondo, por un enfrentamiento con un sobrino político.

     Nació en el pago de Araya el 19 de mayo de 1843, siendo hijo de don Antonio Chico Díaz, natural del mismo pago, y doña María del Rosario Núñez Rodríguez del Castillo (o Torres), que lo era de Barranco Hondo en la parte de El Rosario. Dos días después fue bautizado en la iglesia de Santa Ana de Candelaria por el cura párroco don Juan Núñez del Castillo; se le puso por nombre “Aurelio Félix” y actuó como madrina doña María Josefa Chico…

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Artículo-AURELIO CHICO NÚÑEZ

Güímar: Don Cristóbal Martín de Castro (1739-1794), capellán, boticario de la ciudad de La Laguna y propietario

     Pocos fueron los boticarios o farmacéuticos que se establecieron en el Sur de Tenerife antes de comenzar el siglo XX y menos aún los nacidos en este amplio sector de la geografía insular. En el siglo XVIII, para ejercer como boticario el interesado debía estudiar algunos de los libros de aprendizaje del arte de la farmacia para boticarios ya existentes y luego sufrir un examen ante maestros de dicha profesión; además, antes de recibir la oportuna licencia y el título obligatorio, debía justificar su limpieza de sangre y el haber practicado durante cuatro años con otro boticario aprobado y establecido.

     Don Cristóbal Martín de Castro, hijo y nieto de militares, estaba predestinado para clérigo, por lo que solicitó y obtuvo una capellanía, pero luego eligió ser boticario y se estableció como tal en la ciudad de La Laguna, donde casó y dejó ilustre descendencia. Fue el primer boticario nacido en el Sur de Tenerife, según los datos de los que por el momento disponemos. Su hijo primogénito, don Francisco Martín de Castro, fue un culto sacerdote y reconocido poeta; el segundo, don Pedro Martín de Castro, no pasó de clérigo tonsurado por su prematura muerte; y el tercero, don Antonio de Castro y Peraza, siguió la tradición paterna y fue farmacéutico titulado de su ciudad natal.

     Nació en Güímar el 21 de octubre de 1739, siendo hijo del alférez don José Martín de Castro y doña Inés Díaz Alonso. Cinco días después fue bautizado en la iglesia de San Pedro Apóstol por el beneficiado don Domingo de Paes y Galdona; se le puso por nombre “Xristóbal Domingo” y actuó como padrino el presbítero don Cristóbal Alonso Núñez, tío materno y vecino de la misma localidad…

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Artículo-CRISTÓBAL MARTÍN DE CASTRO

Descripción de Santiago del Teide en 1934 por don Joaquín García Suárez (J.G.S.)

     El artículo “Santiago del Teide”, englobado bajo el epígrafe “Pueblo de Tenerife”, se le encargó al periodista y poeta lagunero Joaquín García Suárez (J. G. S.) por el director del diario Hoy, del que era redactor, para ser incluido en un anuario o suplemento de dicho periódico publicado el 1 de enero de 1934, en forma de libro y dedicado a las islas occidentales. Llama la atención que sea más extenso que los dedicados en el mismo suplemento a otros municipios del Sur de mayor peso demográfico y económico, lo que creemos se debió a los vínculos de su hermana Concepción con dicha villa, de la que era maestra y su primera alcaldesa, motivo por el cual don Joaquín la visitó con especial afecto.

     Comienza haciendo hincapié en el aislamiento, el atraso y la pobreza en que vivía Santiago del Teide antes de contar con una carretera de acceso, hasta que ésta llegó desde el Norte y con ella el progreso. El paso de los vehículos que se dirigían a otras localidades del suroeste o que daban vuelta a la isla lo habían sacado del desconocimiento general y ya permitía su relación con el resto de la isla. Junto a ella habían llegado algunos de los servicios que venían a cubrir sus necesidades básicas, como el agua potable a Arguayo, instalada gracias al Cabildo. Luego describe el paisaje que se aprecia desde la carretera, llamando la atención la desaparición del verdor del Norte al irse alejando de Icod de los Vinos, para ser sustituido al acercarse a El Tanque por el negro de la lava del Volcán que arrasó Garachico, lo que contrastaba mucho con lo que se dejaba atrás, pues todo se volvía más oscuro (los campos, las casas, los árboles…).

     Al municipio de Santiago del Teide el autor no lo considera extraordinario, pero sí interesante y digno de ser visitado, a pesar de su paisaje de aspecto grisáceo y pobre. Su iglesia, con las cúpulas que recordaban a una mezquita; la disposición del pueblo a lo largo del antiguo camino (ahora carretera); las casas pequeñas,… Modelo que se repetía en los demás núcleos de población del municipio (Tamaimo, Arguayo, El Puerto, etc.), todos constituidos por un grupo de casas reunidas con más o menos orden, en un entorno seco y escaso de agua, en resumen, caseríos y terrenos que aparentaban pobreza, con escasos avances de progreso, pero en los que destacaban los cultivos que salpicaban el paisaje y le quitaban monotonía (higueras, almendreros, algunos plantíos y platanales en la costa). No obstante, con respecto a sus habitantes, el autor destacaba que eran sencillos y cordiales. Considera que el mayor interés de este término es el paisaje volcánico, no exento de belleza y atractivo. También aprecia que, gracias al influjo de la carretera, los caseríos del Valle de Santiago ya comenzaban a progresar, aunque lentamente, y sus habitantes comenzaban a parecer más alegres, porque además de traerles el progreso y el adelanto les podría salvar de la tragedia, en el caso de repetirse otra erupción, como la aún reciente del Chinyero, cuyas lavas amenazaron la villa…

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Artículo-DESCRIPCIÓN SANTIAGO DEL TEIDE-1934