La insistente demanda del servicio de agua potable domiciliaria para El Escobonal, un servicio básico que tardó mucho en llegar a la comarca de Agache (Güímar)

El Escobonal-8     En artículos anteriores ya nos hemos ocupado de cómo El Escobonal se ha ido dotando a lo largo del tiempo de algunos servicios básicos, como fueron las escuelas, el cementerio, la plaza, la cartería y el servicio telefónico. En esta ocasión nos vamos a centrar en la insistente demanda del servicio de agua potable, con la necesaria construcción de depósitos y la instalación de la red de abastecimiento, que, como los anteriores, tardó bastante en llegar a los pueblos de la comarca de Agache, a pesar de que la cabecera municipal se había dotado con ellos desde hacía muchísimos años.

     Como ya destacamos en un artículo anterior, los habitantes de Agache, como los de casi todo el Sur de Tenerife, sufrieron en sus carnes el rigor del clima y las frecuentes sequías. Como ejemplo de ello, el 18 de julio de 1919 se hacía en Gaceta de Tenerife una relación de las necesidades que tenía el municipio de Güímar, entre ellas las de El Escobonal, donde, además de la imperiosa necesidad de escuelas y cementerio, se destacaban los problemas de abastecimiento de agua: “reunir el agua de los manantiales y fuentes llamadas «Juan Alvarez», «La Haya», «Copas», «Chupadero» y «Pablo» y hacerla venir por cañerías o acequias al punto mas propio para el abasto público lo que cortaría de  raíz las grandes penalidades que sufren sus habitantes, particularmente en los años que escasean las aguas pluviales”. Asimismo, en atención a la frecuente escasez de agua, en 1925 se hizo necesario controlar el aprovechamiento de las fuentes y depósitos naturales.

     En 1932, el Ayuntamiento aprobó el proyecto de abastecimiento de agua potable a presión para el casco de Güímar, que fue inaugurado el 14 de abril de 1934, con motivo del tercer aniversario del advenimiento de la II República. Pero los pueblos de la comarca de Agache aún debían esperar tres décadas para contar con el servicio básico que ya disfrutaba el resto del municipio…

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Arico: Don Domingo González y Morales (1829-1889), cura servidor y ecónomo de varias parroquias, capellán de religiosas, párroco propio condecorado de Santa Cruz de Tenerife y emigrante

Iglesia Arico     Aunque Arico siempre ha sido un municipio prolífico en hijos dedicados a la vida religiosa, llama la atención que en todo el siglo XIX sólo viera la luz en él un sacerdote, don Domingo González y Morales. Tras su ordenación y pasar como cura servidor por Tejina y La Laguna, obtuvo por oposición la importante parroquia auxiliar (luego titular) de San Francisco en Santa Cruz de Tenerife, a cuyo frente permaneció durante 14 años, en el transcurso de los cuales fue nombrado mayordomo de fábrica de dicha iglesia y de la imagen del Señor de las Tribulacio­nes que se veneraba en ella, además de condecorado con la Cruz de Beneficencia de tercera clase por los servicios prestados durante la epidemia de fiebre amarilla que azotó a dicha capital; también perteneció como vocal a la Junta Local de Instrucción Pública y a la Junta Provincial de Instrucción Primaria; destacó como orador sagrado, perteneció a la Sociedad Económica de Amigos del País de Santa Cruz y fue elector en las elecciones de diputados a Cortes y senadores. Renunció a su parroquia para, como tantos otros canarios de su época, emigrar a Cuba, donde residió durante unos siete años y perteneció a la Asociación Canaria de La Habana. Se reintegró luego a su Diócesis, sin derecho a la propiedad parroquial y como si acabase de ser ordenado, pues los destinos que obtuvo a partir de entonces fueron tempora­les: cura servidor de San Juan de la Rambla, servidor y ecónomo de Tijarafe, capellán del convento de religiosas de la Concepción de Garachico y cura ecónomo de La Laguna, Arafo y Puerto de la Cruz. No obstante su modesta trayectoria final, todos reconocieron en él a un hombre culto y capacitado.

     Nuestro biografiado nació en el Lomo de Arico el 12 de mayo de 1829, siendo hijo de don Juan Antonio González Martínez, natural de Santa Cruz de Tenerife, y de doña María del Pilar Morales y Cartaya, que lo era de dicho pueblo. Cinco días después fue bautizado en la iglesia de San Juan Bautista por el cura párroco don Zoylo Pablo Herrera y Cruz; se le puso por nombre “Domingo Segundo” y actuó como madrina su tía materna doña Rosa Morales Cartaya…

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Artículo-DOMINGO GONZÁLEZ MORALES

Candelaria-Vilaflor de Chasna: Don Juan Rivero (1622-1715), sacristán de la parroquia de Vilaflor y capitán de las Milicias de Abona

Candelaria-ruinas baílica     Este destacado candelariero, de origen guanche y poco conocido, se trasladó en su adolescencia a Vilaflor, donde ejerció inicialmente como sacristán de la importante parroquia de San Pedro Apóstol, en la que luego sería miembro de todas sus hermandades. Contrajo matrimonio en este pueblo adoptivo, donde vivió el resto de su vida y falleció, dejando ilustre sucesión. Había ingresado en las Milicias de Abona, de las que fue primero alférez y luego capitán.

     Nació en Candelaria a comienzos de noviembre de 1622, siendo hijo de don Juan Rivero y doña María Matías, naturales y vecinos de dicho pueblo, de ascendencia guanche. El 6 de dicho mes fue bautizado con óleo y crisma en la iglesia parroquial de Santa Ana por fray Francisco Ayora, de la Orden de Predicadores, con licencia del beneficiado; se le puso por nombre “Juan” y actuaron como padrinos don Francisco Ramos y su esposa…

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“Impresiones de Güímar” (1929), por José Galán Hernández

Güímar-Iglesia San Pedro-fiestas      En el artículo “Impresiones de Güímar”, escrito en esta villa en mayo de 1929, don José Galán hace una descripción poética de Güímar. Comienza recorriendo los hitos paisajísticos del Valle, para centrarse luego en la vida social de la localidad, durante el paseo de un domingo en la plaza de San Pedro: el deambular de los vecinos, el flirteo entre los jóvenes, el alumbrado público al oscurecer, la actuación de la banda de música, etc. Luego se centra en la importancia del agua, que naciendo en las montañas discurre por las calles de Güímar a través de las atarjeas, con su característico sonido, para regar las huertas y los jardines, condicionando la conocida fertilidad de este valle. A continuación, llama su atención la importancia agrícola de esta villa y los numerosos salones de exportación agrícola que bordeaban la carretera, que no solo daban trabajo a los güimareros sino que atraían a personas de otras islas, dando trabajo a muchos obreros; la actividad de las empaquetadoras, los clavadores y los exportadores, el descanso de los dromedarios, el paso de los camiones, etc., se suceden en la descripción. El artículo concluye con un epílogo original, coincidiendo con el silencio de la noche en el Valle, en el que la imaginación del poeta cree ver con la luz de un rayo de luna como surge a partir de una nubecilla la figura espectral, el fantasma del polémico mencey Añaterve, criticado por unos y alabado por otros, que luego desaparece barrido por la brisa marina. La poética descripción finaliza con una ligera lluvia y el paso de una estrella fugaz que atraviesa el Valle.

     En resumen, este trabajo nos sitúa la entonces Villa de Güímar en su contexto físico e histórico, así como en la actualidad económica y social del momento en que fue escrito, todo ello enriquecido con la calidad literaria de su autor. Éste, don José Galán Hernández (1893-1936), nacido en Tacoronte y casado en Los Realejos, destacó como militar (sargento de Artillería), maestro nacional, político (alcalde de Fasnia y fundador de la Agrupación Socialista de Güímar), sindicalista (delegado local y secretario provincial de la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza de la FETE-UGT), poeta, escritor y periodista. Fue detenido el 18 de julio de 1936, al comienzo de la Guerra Civil, por su conocida ideología progresista, y el 6 de octubre de ese mismo año fue sacado de prisión y arrojado vivo a las aguas del Atlántico, donde pereció, con las manos atadas y un peso en los pies…

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